Thursday, June 24, 2010

DIA 2, still on the plane


Horas después de la parada en Etiopía, donde mi destino estuvo apunto de cambiar, llegamos a Malawi. Fue un largo viaje, y por ello tuve cerca de dos días para pensar un poco en lo que iba a hacer. Tal y como me iba leyendo la guía, y no sólo eso, sino que tal y como vi esa masa de turistas de safari y aventureros yendo y viniendo alrededor mía, empecé a vislumbrar una cosa: mientras antes olvide esta estúpida guía y sus consejitos de viajero mochilero antes conseguiré mi historia. Si, he dicho bien: la historia. Porque comprendí que lo que estaba buscando en Malaui era una historia, algo que contar, algo más allá de lo que ya ha sido dicho y es conocido. En este punto, me percaté de otro error cometido: el proceso de documentación había sido insuficiente. Ahora sufría las consecuencias. Había algo en algún lugar que necesitaba ser contado y sólo tenía dos semanas para buscarlo y otras dos para fotografiarlo. Incluso siendo consciente de mi error, pensé que podría llevarme algo interesante de aquel lugar.

Aterrizamos en Lilongwe, la capital, e inesperadamente había alguien esperándome, el conductor de una ambulancia, que me dirigió al lugar donde estaba cenando José Luís, el hombre con quien debía yo encontrarme y encargado de la cooperación internacional de la Diputación de Sevilla, aquel con el que pasaría yo (o al menos eso creía yo) gran parte de mi viaje. Lo acompañé en aquella suculosa cena y tras acabarla nos fuimos al lugar donde permaneceríamos los primeros días. Era un complejo bastante grande situado en Mlale, a 60 km de la capital, y allí se estaban llevando a cabo uno de los muchos de los proyectos que dirigía José Luís. Nos tomamos un café con las Hermanas. Tuvimos una conversación en la cual José Luís nos explicó parte de lo que estaban haciendo en Haití. Vi cómo narraba sus experiencias. Permanecí observándolo, sus gestos, su mirada, las arrugas de sus viajes durante 35 años a lo largo y ancho del mundo como cooperante. En ese momento comprendí que aprendería mucho de aquel hombre que ni siquiera hablaba inglés. Desde ese momento no lo perdería de vista ya que estaba seguro de que, además de conocer a una gran persona, su experiencia me serviría a mí algún día en los proyectos que yo quería llevar a cabo en Etiopía.

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