Monday, June 28, 2010

DIA 9. Días de fiesta


La comarca se prepara para un día grande. Varias zonas rurales están de fiesta. Se amontonan cantidades enormes de harina para la nsima que se necesitará el próximo sábado. Un grupo de mujeres y niñas va de puerta en puerta con un tambor bailando y cantando a voces que la fiesta ya llega, que se acerca el día, que hay motivos para estar feliz y que contribuyamos a la causa. Se reparten telas para los vestidos que habrá que llevar el gran día. Cada uno participa con lo que puede. Los cánticos, la comida, los bailes… la fiesta dura cerca de un mes, y a medida que se acerca la fecha aumentan en número. Considerando que quedan apenas cuatro días, no hay momento desde que sale el sol hasta que se pone en que no se escuche algún cántico a lo lejos (o en tu misma puerta). Tengo fortuna de haber llegado en un momento inmejorable: el próximo sábado tendrá lugar la boda de Patricia. Se casa con el Señor. Hace los votos perpetuos en la congregación de los Carmelitas.

De todas las entrevistas que he tenido, ésta ha sido la más difícil, pero quizá una de las más interesantes. Cuando me enteré que Patricia, una chica de Malaui que entró en el convento hace nueve años, profesaría sus votos perpetuos el unos días, y cuando vi todo el alboroto que se estaba generando en torno a ella, decidí que tenía que entrevistarla. Para la gente de aquí, el acontecimiento es similar a una boda, y las bodas se celebran por todo lo alto. La verdad que la historia tenía de todo: un momento festivo en el que brotaría lo más profundo de la cultura africana, una joven de treinta años de cultura malawiana pero católica (es decir, de cultura totalmente distinta), el fin de un período de nueve años de preparación e idas y venidas por Malawi, Tanzania y Nigeria. Una historia con muchos matices y asuntos espinosos. Aceptó mi invitación.

Eran las 4:30 de la tarde, y como no había luz le pedí empezar por la foto. No sabía si hacerla en la capilla o en el jardín que tienen en su casa. “Depende del mensaje que quieras transmitir”, me dijo. Joder, vaya respuesta. Tragué saliva. Ya no estaba ante gente sin estudios que se volvía como loco por entrevista con el msungu, estaba ante una persona que me preguntaba por el propósito de la misma, que estudiaba dónde encajaría mejor la foto con el mensaje que quería transmitir, y que acabaría la charla haciéndome ella preguntas a mí. “Pies de plomo”, me dije.

Fue una conversación entrañable. A mí lo que más me interesaba era saber cómo encajaba el catolicismo en una cultura tan diferente a la nuestra, con diferentes creencias, ritos, relaciones de parentesco, etc. Charlamos un rato, reímos y tratamos temas muy interesantes. La suya había sido una vocación temprana, pues ya sus padres eran practicantes. Me dijo que, evidentemente, es difícil compatibilizar las religiones que trajimos lo europeos con la cultura de aquí, pero que es posible, dependiendo de con quién te topes, pues los más arraigados lo toman como una invasión cultural. Ella no, ella conserva su familia, sus costumbres, sus bailes, cánticos, comidas, fiestas… pero es católica. Ahora quiere estudiar enfermería para poder ayudar aún más en el hospital que han construido aquí. Le pregunté cómo se sentía días antes del su gran día, y me contestó que “Happy”, pues por fin iba a cumplir un sueño que tenía desde que era chica y veía a las hermanas carmelitas cerca de su casa cuidando enfermos y dedicando su vida a los demás. Le di la enhorabuena y me retiré.

Así que la tarde fue entera para ella, pero la mañana, sin embargo, la diversifiqué entre mucha más gente. A las 7:30 ya estaba despierto, duchado y desayunado, así que me dirigí al mercado más cercano. Anduve un poco por la carretera cuidándome bien de los consejos de la Hermana Cloti: “Ten cuidado, cuando te vean con ese maletón pueden intentar robarte”. No pasó absolutamente nada y el trato fue genial. Evidentemente fui la atracción esa mañana en el mercado, pero más allá de la curiosidad que pude causarles, la realidad es que las entrevistas se sucedieron con éxito y volví con un material bastante interesante.

Los entrevistados: un mercader, un mecánico, un barbero, una tendera y una chica afectada por el sida que había recorrido 500 km buscando a su hermana para que le diese algo de comer para sus hijos que le esperaban en casa. Tuve la suerte de encontrarme a un joven que hablaba inglés, así que se vino conmigo toda la mañana dispuesto a traducirme las entrevistas que tuviera por delante, que fueron cuatro o cinco. A veces este tipo de personas te las encuentras fruto de la casualidad, cuando parece que ya no hay nadie alrededor que hable tu lengua y de repente surge de la nada una voz que dice: “Hi!” Le respondes, te saluda, nos preguntamos cómo estamos y de ahí surge un traductor que pasa la mañana entera contigo. Al final quise pagarle por su trabajo y para mi sorpresa quitó la mano. Fue un shock. ¿De verdad hizo todo eso desinteresadamente? Al contrario que otras veces, no lo dude y le metí el dinero en el bolsillo de la camisa, se lo había ganado.

1 comment:

  1. ¡Enganchado a tu blog, Gonzalo!
    Muchas gracias por compartir lo que estás viviendo en Malaui con la gente que estamos en esta parte de la tierra.
    Sigue escribiendo, que se agradece aprender de aquella cultura: absorbe experiencias y conocimientos.
    Un abrazo desde Madrid
    Juan Fernández

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