Sunday, June 27, 2010

DIA 8. KAPIRI, perdido en la nada.


Cuando preparas un viaje de este tipo cometes aciertos y errores. Hoy voy a hablar de los aciertos. Por ejemplo, la camisa. Muchos pueden pensar que ir con camisa aquí es un lujo innecesario. Nada más lejos de la realidad. A mi juicio, la camisa en África ha sido el mejor invento. Cuando hace calor te remangas (que lo hace, y mucho, y eso que estamos en invierno); y cuando hace frío o llega el atardecer con la consiguiente entrada en escena de nuestros queridos amigos los mosquitos, pues te sacas la manga y punto. Aparte hay un elemento fundamental, el bolsillo. Si tuviera que enumerar las veces que he sacado mi libretita y mi bolígrafo del bolsillo de la camisa para apuntar algo, perdería la cuenta. Cualquier dato, nombre, calle, lugar, persona, teléfono… la libreta es fundamental, y el sitio de la libreta es la el bolsillito de la camisa.

Siempre salgo con mi mochila a cuestas. Siempre, vaya a donde vaya. No se me ocurre pensar: “Da igual, luego paso a recogerla”. No. La llevo siempre. Y lo que llevo en mi mochila, por supuesto, es la cámara, con todos sus accesorios: objetivos, baterías, tarjetas de memoria, flash, monopié, mini-trípode, kit de limpieza, CD´s vírgenes, un portátil pequeñito, un disco duro externo, las tarjetas de visita, más bolígrafos y otro bloc de notas. Ese es mi equipo fotográfico y lo llevo siempre a la espalda.

Aparte llevas cosas necesarias para sobrevivir aquí, y como tengo espacio en la maleta, pues las meto: una linterna, pues la luz se va continuamente, dinero, unas gafas de sol, un libro, un pequeño diccionario de inglés-chichewa sacado de Internet, una navaja multiusos, una botella de agua, y por último un repelente para los mosquitos, por si me pilla en medio de algún lugar perdido. Perdido… ahora que lo menciono…

Hoy me he ido con el padre Dionisio, un carmelita que lleva en Malawi desde el 67, a una zona rural. Más rural que la zona rural en la que ya estoy, se entiende. Nos hemos adentrado en la llanura más espesa imaginable y de repente ha aparecido una iglesia. Mi intención era, aparte de conocer un poblado de tales características y ver qué tipo de gente merodeaba por allí, entrevistar al jefe del poblado. Como llegamos una hora antes de que empezara la misa pues me fui a dar un paseo, y por su puesto me perdí.

Cogí un camino de tierra flanqueado por matorrales, espigas y malezas que en ocasiones sobrepasaba con creces mi altura. De repente se abrieron dos caminos, y cogí el que más me apeteció. Cuando ya llevaba dos o tres bifurcaciones de ese tipo, me acordé del pésimo sentido de la orientación del que dispongo, así que me propuse memorizar el camino, algo para lo que también soy malo: memorizar. Así que seguí andando. Fue muy desalentador porque cada vez que encontraba una casita me miraban como si fuese un extraterrestre. La cosa era más o menos así: los niños jugando, como siempre; me miran, se extrañan, llaman al padre o la madre que sale en seguida, se pone delante, se acerca y me mira, les saludo en chichewa y ellos responden de mala gana. Algo pasa, este no es el “Warm Heart of Africa” del que tanto hablaban y que he experimentado en otras zonas. No desespero. Sigo saludando en cada pobladillo que encuentro. Digo pobladillo porque lo que aparecen son dos o tres casas de adobe de vez en cuando, no más. En el mejor de los casos, hay una hecha de ladrillo.

Por fin topo con alguien que habla inglés. Increíble. Desde hace tiempo en Malawi la educación primaria (además del servicio sanitario) es totalmente gratuita, y claro, algo de inglés aprenden. Acompaño a este joven en su camino, a él y a mujer. Bien, otra mujer. Hablamos. Caminamos. Por supuesto me despisto aún más y a estas alturas ya estoy totalmente perdido. Le digo al chico que le acompaño a donde vaya con tal de conseguir la entrevista y el retrato de su mujer. Van a una iglesia pentecostal, a cuatro kilómetros. Emprendimos la marcha sin saber muy bien cómo acabaría la aventura y sobre todo cómo volvería yo a la iglesia donde estaba el padre Dionisio esperándome. De repente, apareció de uno de esos altos matorrales alguien con una camisa azul chillona en la que ponía en grande Catholic y algo más abajo que no pude leer. Era el jefe del poblado al que yo quería entrevistar, al cual el padre Dionisio le había mandado buscarme.

Así que entrevisté a la pareja con la que caminaba, me despedí de ellos y me volví a la iglesia católica con el jefe del poblado, un converso católico llamado Alphonso. La influencia inglesa se nota mucho en Malawi y hay bastantes presencia protestante, pero las misiones católicas han arraigado mucho, sobre todo a raíz de la construcción de iglesias, hospitales y centros de enseñanza, y así es como gente del tipo de Alphonso (que por supuesto antes no se llamaba así), un africano de a pie inmerso en una sociedad matriarcal (al menos en esta parte de Malawi así era), se había convertido al catolicismo.

Nunca olvidaré esas voces, esos cantos. Dios mío, parecían ángeles.

Tras la misa, lo entrevisté. Otro espectáculo. El padre Dionisio aparece por esa zona una vez cada dos meses, porque tiene muchas iglesias a las que acudir. Así que este domingo fue un acontecimiento. Un evento social. Hubo 12 bautizos. Fue un encuentro de todos los miembros del poblado en el que se celebró la eucaristía, se hicieron ofrendas a Dios trayendo cada uno lo que pudo, y se dieron los anuncios para las próximas semanas. Evidentemente no entendí nada de la celebración, excepto una palabra que repitieron mucho: Mulungu, por lo que supuse que significaría Dios, o Señor.

Al parecer, Alphonso pertenece a la Catholic Comission for Peace and Justice, una especie de organización encargada de llevar a los poblados formación referente a asuntos del gobierno: constitución, leyes, solución de conflictos… me enseña el programa y los libros. Parece interesante. Educación en los campos. Dos veces por semana él y cinco jefes más se reúnen en torno al pueblo y le enseñan. Su cargo de village head man es vitalicio y hereditario. Él lo heredó de su tío y cuando él muera lo heredará su sobrino, siempre de la familia de la madre.

El retrato fue un espectáculo: él estaba sentado en una silla a la entrada de la iglesia y alrededor tenía a toda la muchedumbre maravillada ante la novedad del circo montado. Al terminar me ofrecieron comer con ellos nsima, una masa insípida hecha a base de harina y agua hervida; por lo visto es la base de la alimentación de Malawi. Aceptamos, comimos y volvimos a casa.

La tarde la pasé jugando al voleibol con unos chavales del recinto. Al voleibol no soy tan bueno como al billar, así que la paliza fue de órdago. Me fui a casa derrotado, cansado y sudando. Me duché y, por primera vez desde que llegué a África hace una semana, me cambié de pantalones.

2 comments:

  1. Voy por el día este...me encantan tus reflexiones1 para mí esto es como el libro de cada verano, la historia en la q me sumerjo en chipiona cada Julio, porque siempre las vivo como reales. Simplemente en este caso me ha costado menos poner cara a los personajes. Sigue escribiendo, por aquí conozco gente que espera que llegue el día siguiente para ver qué escribes...un bso y ánimo

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  2. bueno yo he llegado un poco tarde, pero voy a saco!jejeje

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