Thursday, June 24, 2010

DIA 3, el concepto, la idea.



Tengo un fixer, se llama José Luís.

En una de las muchas charlas con fotoperiodistas a las que he asistido, hubo entre ellas una en la que un fotógrafo, Reed Young (que no es que sea un fotoperiodista al uso, pero me sirve como ejemplo), nos dijo que trabajaba con una persona local que hablaba el idioma y te ayudaba a acceder a los sitios, un fixer. Bien, José Luís no es este tipo, pero lleva desde el año 1995 viniendo a Malaui y conoce a todos esos tipos que hablan inglés y chichewa. Tras sentarme un rato con él a hablar de mis intenciones en este viaje, me ha asegurado todos los contactos locales que necesite. Desplegó un mapa, me dio a conocer todos sus proyectos en Malaui, me habló del país, de su historia, de la situación actual, de la política, de su cultura, de su religiosidad… Me trazó el cronograma del viaje y por último me dijo que se encargaría de buscarme lugareños que me facilitarían el trabajo. No esta mal, ¿no? Es mucho más de lo que podía imaginar.

El día empezó con una toma de contacto con el entorno, una zona rural llamada Mlale que es de propiedad diocesana pero que es administrada por las hermanas de María Mediadora, disponiendo de un hospital, una escuela primaria, así como un proyecto de escuela agropecuaria y de distribución de agua que ya se encuentra en fase de ejecución. Todas estas cosas al principio las deduzco, luego las confirmo. No paro de preguntar. Estoy todo el día preguntando. Cuando no pregunto me siento mal porque creo que estoy perdiendo el tiempo, pero bueno, los silencios, además de naturales, también son necesarios.

A primera hora me di un paseo por la zona que envuelve al complejo. Además de comprobar que la bicicleta es el medio de transporte nacional con el que todos van y vienen (los que se lo pueden permitir, claro está), me di cuenta de que tenía que prepararme psicológicamente para la negación: no hubo un malawiano con el que hablara que no acabara la conversación pidiéndome ayuda, zapatos o dinero. Soy blanco, por tanto soy rico y puedo ayudarles, y además llevo riñonera. Decirle que les voy a ayudar sería un gesto muy hipócrita por mi parte, así que mientras antes me convenza de que estoy aquí para una tarea y me dedique a ella mejor me irán las cosas.

Han pasado dos días y aún no he sido capaz de sacar la cámara. Prefiero echar redes, conocer a la gente, presentarme a los que hablan inglés (y también a los que no), que me vean, que se familiaricen conmigo…, ya llegarán las fotos. Paciencia. Sí, tengo sólo un mes, lo sé, y tengo que repartirlo por muchas zonas como para andarme con rodeos y preámbulos. El espíritu del fotógrafo de prensa se apodera de mí y me dice: desenfunda, dispara y luego te paras a pensar en planteamientos éticos y de conciencia. El fotógrafo documental (que uno también lo lleva dentro) me dice lo contrario: conoce, explora, pregunta, anota… y sólo cuando estés seguro haz la foto. De momento gana el segundo.

Y es que aquí se han hecho ya muchas historias, muchas fotos. Han pasado fotógrafos como Morenatti, La Madrid, María Guillén, además de voluntarios, médicos, cooperantes, turistas… la foto que sale sola, esa que tienes el impulso de hacer a primera vista, la que te pide el paisaje y su gente… esa ya la han hecho. Yo no he venido aquí a hacer esa foto. ¿Que luego no le puedo enseñar a mi familia donde estado? No. No pasa nada, las fotos de Malaui están en Internet, en los catálogos de las agencias de viajes y en webs de blogeros fascinantes. Yo he venido aquí a dos tareas claras y definidas: la primera es documentar todos los proyectos que están llevando a cabao la Diputación de Sevilla y la ONG Llamarada de Fuego (que significa Malaui, en español). Eso es fácil, voy con ellos, me enseñan los sitios, hago las fotos, acción-reacción. La segunda tarea es la complicada, pero a pesar de todo va tomando forma: he pensado hacer retratos a personas de Malaui. Quiero fotografiar la máxima diversidad posible: agricultores, ganaderos, comerciantes, diplomáticos, policías,… todo el que quiera posar es bienvenido. No he venido a robar fotos, a robar historias, he venido a ofrecer contarlas, con foto y con texto. Pero para hacer esto necesito un contacto en cada zona a la que vaya: empecemos la casa por los cimientos: Mlale, donde estoy ahora. ¿Tengo a alguien? Lo tengo, un pseudos alcalde o jefe de aldea llamado Fiki que habla inglés muy bien, que es respetado y que puede pedir a determinados amigos que colaboren en este trabajo. Al fin y al cabo, se han hecho reportajes del agua en Malaui, de sus lugares de interés, de la malaria,… lo cual está muy bien, llegaron antes que yo y lo hicieron con mucha profesionalidad. Pero ahora, ¿qué puedo hacer yo? ¿Hay alguien que lo ha hecho de sus gentes? Que yo sepa no. Pues vamos a ello. Mi intención no es acusadora, no quiero denunciar nada ni señalar con el dedo índice a la familia europea que come cuatro veces al día y se ducha con agua caliente. Cada uno ha nacido donde le ha tocado y considero que en ese acto no hay culpa alguna. Pero cuando un niño deja las lentejas porque le dan asco, cuando le pierde el respeto a los padres, cuando ni trabaja ni estudia porque le da pereza… (sé de lo que hablo porque he sido actor principal de todas esas escenas), es entonces cuando me gustaría invitar a ese niño (osea, a mí) y a toda su familia a que vean otros modelos de familia totalmente diferente al nuestro. No quiero valoraciones de grado, sino el simple conocimiento de otra realidad, y que luego cada uno se vaya a su casa pensando lo que estime oportuno. Así que como nos lo puedo traer a Malaui, les llevo yo Malaui a ellos, en fotos.

El concepto va tomando forma, me gusta la idea y encuentro facilidades.

Mañana desenfundo.

1 comment:

  1. Hola Gonzalo,

    Estoy leyendo tu blog y la verdad es que me parece genial. Me gusta mucho tu concepto, y creo q todos deberíamos ir de ese rollo. Mostrar lo que hay para tomar conciencia y cambiar lo negativo. Aprender de lo positivo, porque sí, podemos aprender mucho de Africa....

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