Saturday, July 3, 2010

DIA 11, Malaui: llamarada de fuego


Hoy me he tomado unas vacaciones aprovechando que el grupo de cooperantes españoles iba de excursión al lago Malawi. El que un día fuera el lago Nyassa, con una extensión de cerca de 700 km de largo, es el tercer lago más grande de África y el que más especies distintas tiene en todo el globo terráqueo, siendo una fuente inagotable de abastecimiento de peces para los principales acuarios que hay repartidos por el mundo. Allí hemos estado apenas una hora comiendo en un restaurante mirando al lago; la mayor parte del tiempo la hemos pasado en a carretera, viajando, parando en sitios, conociendo cosas nuevas.

Salimos a las seis de la mañana (¡pues vaya vacaciones!). Unas nubes grises y aplastantemente bajas anunciaban un pronóstico meteorológico grave, pero en Malawi, en esta época del año que ocupa los meses de abril a octubre, ya puede soplar el viento, cubrirse el cielo y temer al peor de los pronósticos, que sorprendentemente, no cae ni una gota de lluvia. Algunos cientos de kilómetros más arriba, en Etiopía, caen uno o dos aguaceros diarios. Aquí sin embargo las lluvias no llegan hasta Octubre, época también en la que se empieza a sentir el intenso, asfixiante y húmedo calor propio de la sabana tropical africana. Pero por lo que respecta al tiempo de Malawi, aquí y ahora, las temperaturas son muy oscilantes, pues por la noche refresca lo suficiente como para ponerse una chalequito y por el día sin embargo hace un calorcillo primaveral. La verdad es que he tenido suerte, porque así no tengo que preocuparme si lloverá o no para proteger el equipo fotográfico.

El trayecto lo hicimos bastante rápido, pues se está construyendo una red de carreteras bastante apañada. Por supuesto de autopistas ni hablar. Dos carriles son suficientes ya que el país se mueve en bicicleta, que sin duda es el medio de transporte nacional por excelencia. Transportes lo que transportes lo harás en bicicleta: leña, sacos de harina, cemento o sal, personas o lo que se te ocurra… todo cabe en una bicicleta, que aquí adquiere un carácter especial, convirtiéndose en todo un prodigio de la ingeniería casera y el equilibrio en la pedalada. Si aquí hay un accidente, será de bicicleta, no de coche.

Hablando de accidentes, pongamos por caso que me ocurre algo o que me aqueja una enfermedad. Lo lógico es que vaya al médico. Claro, es lo lógico en un país de economía avanzada donde hay un sistema de sanidad que cubre esta necesidad en mayor o menor medida. En Malawi se da una circunstancia muy particular. No tengo acceso en estos momentos al dato de en qué puesto se haya el país según el IDH, pero estoy seguro que se encuentra entre los últimos 25 del mundo. Sin embargo y para mi perplejidad, tiene un sistema de sanidad pública totalmente gratuita. Como se lee. Cualquier persona puede ir al hospital y ser tratado de su dolencia. Otra cosa distinta es que el enfermo disponga de un hospital cercano y que el hospital al que vaya disponga de los medios suficientes. Pero el sólo hecho en sí es admirable. Además se está haciendo toda una campaña a nivel nacional y desde todos los frentes (sobre todo desde el gubernamental) para luchar contra la malaria, el auténtico elemento diezmador de la población. Por lo que respecta al Sida, otro de los grandes males que azota al continente, cualquier afectado en Malawi puede disponer de los antriretrovirales rápidamente, pues son dispensados de manera totalmente gratuita en hospitales públicos y privados gracias a los fondos de que dispone el gobierno proveniente de organismos internacionales de ayuda humanitaria.

Todavía no he tenido una estancia prolongada en la ciudad, pues paso la mayoría del tiempo en ámbitos rurales y casi siempre voy de paso. Pues bien, en las zonas rurales se da la presencia de un elemento que no me esperaba encontrar: el ladrillo. Al contrario que en otras zonas deprimidas del mundo, donde como mucho se aspira a una casita de adobe, aquí por el contrario todo el mundo tiene una casa de ladrillo, aunque sea de una sola habitación, pero siempre de ladrillo, aunque el tejado luego sea de tejas, Uralita o simplemente paja amontonada.

Parece por tanto que a pesar de todo, a pesar de la pobreza que se ve sobre todo en el campo, el país empieza a prosperar. El actual presidente está bastante bien considerado por la mayoría de la población; es un economista que parece haberse alejado de la oleada de descarada corrupción que ha asolado a la mayoría de los países africanos tras su independencia allá por los años sesenta. Sin embargo, no dejan de sorprenderme algunos desequilibrios económicos internos, pues teniendo una renta per cápita infinitamente inferior a la nuestra, mantiene el precio de productos como la gasolina, los electrodomésticos, los vehículos o las nuevas tecnologías igual o incluso más caros que en nuestro país. Un litro de gasolina, un euro, sin ir más lejos. Increíble. Un desajuste económico totalmente incomprensible.

En una de las muchas paradas realizadas, visitamos, como no podía ser de otra manera, una nueva misión. Incluía un orfanato de 120 niños y me sorprendió la perfecta organización del mismo. Además de la limpieza, la cantidad de empleo que ofrecía, la disciplina de los niños y el valor de los voluntarios (que pasan como mínimo un año allí), me llamó la atención sobretodo el sistema de autoabastecimiento que habían conseguido crear. Apenas compraban comida, pues tenían un amplísimo huerto donde cultivaban cebollas, lechugas, repollo, berenjenas y pimientos, además de sus frutos preferidos: mango, papaya, aguacate y plátano. La leche la sacaba en su mayoría de las vacas y cabras que tenían, de las cuales aprovechaban por supuesto también la carne, no sólo suyas, sino también de la infinidad de conejos y las gallinas que tenían. Toda una granja dispuesta para su propio consumo. Perfecta autosuficiencia que daba para alimentar a los miembros del recinto y a parte de la gente hambrienta que se agolpaba a las puertas del recinto de vez en cuando.

No puedo dejar de mencionar el maíz, que es la base de la alimentación de Malawi. Una vez machacado, la harina que se saca se mezcla con agua hervida y se hace así la nsima, una masa blanca totalmente insípida que es el pan de cada día de los malawianos. Los restos que sobran del proceso de prensado sirven para el pienso de los animales. Aquí no se tira nada. Se entiende ahora por qué el maíz es tan importante para ellos; sin él no sabrían de qué vivir, no sabrían qué comer.

Hablando de comida, son las 7 de la tarde. Me ruge el estómago. Voy a cenar.

No comments:

Post a Comment