Friday, July 9, 2010

DIA 19. Colegas



Decía Kapuscinski, aquel famoso periodista polaco que se recorrió África de norte a sur, de este a oeste, que obtenía más información en una hora en la redacción de un periódico que durante una semana allí afuera. Bueno, tengo mis dudas, porque el contacto con la gente en la calle es algo vital; aún así, quería cerciorarme de ello. Así que me dirigí a la sede de uno de los periódicos nacionales, cuyas oficinas estaban en la ciudad en la que me encontraba en ese momento.

Previamente hice una llamada al Daily Times, les conté la película y dijeron que me pasara por la oficina, hacia donde me dirigí ipso facto. Como el editor al que quería ver había salido a comer, aproveché yo también para ir a la cafetería, un lugar siempre a tener en cuenta si quieres conocer gente. Antes si quiera de planearlo estaba ya sentado junto a dos periodistas, hablando de ellos, hablando de mí, hablando de Malawi… justo lo que buscaba.

Yo pedí nsima con pollo, ellos arroz con carne. Así que, paradójicamente, la escena acabó en un intercambio de papeles, los africanos comiendo con tenedor y el europeo comiendo con las manos. Según lo que comes, lo haces de una forma u otra. Y como pedí nsima, pues ahí estaba yo, con mi palangana de agua (comer con las manos no quiere decir no ser higiénicos), con mi masa de harina tan insípida como siempre, y charlando con mi colegas de profesión.

Al terminar subimos a la redacción, hablé con la editora, que me autorizó para la entrevista y estuve un rato charlando con el periodista que menos ocupado estaba en ese momento. La historia del regador regado. Un periodista entrevistado por alguien que ni siquiera es periodista. Fue útil y recopilé información bastante interesante, pero ¿más que una semana en la calle? Aún no lo tengo tan claro. Al terminar, salí por la puerta principal con el propósito de irme a casa cuando me percaté de un letrero que no había visto antes: “The Nation Newspaper”. Así que los dos principales periódicos de Malawi estaban en la misma manzana de la misma ciudad. Pues nada, decidí matar dos pájaros de un tiro. Entré, les conté la película otra vez, y no se si por cortesía o por error, me condujeron a la oficina del director del periódico. Tras dos largas horas de espera, el director se excusó por la espera y me hizo pasar a su despacho. Al principio bromeó acerca del partido de España y el pase a la final del mundial de fútbol, y luego apoyó los codos en su enorme escritorio, me miró a los ojos y me dijo: “So, what do you want?”.

La verdad que me quedé blanco porque no sabía que decirle. No había preparado nada. Lo cierto es que estaba tan cansado que las cerca de dos horas que estuve esperando las pasé durmiendo en una silla como buenamente pude. Yo simplemente quería echar un vistazo a las instalaciones y quizá entrevistar a alguien, pero a la secretaria no se le ocurre otra cosa que presentarme al director del periódico. Así que me vi en frente de esta ocupadísima figura que me mira a los ojos impaciente y me pregunta qué es lo que quiero. Entonces vino a mi cabeza una idea, pues al fin y al cabo el trabajo que estoy haciendo, si es interesante para alguien, sin duda es para los malawianos, para sus políticos, para su pueblo… ¿Por qué no ofrecerle el trabajo en bandeja para que lo publique en su periódico? Yo no le pediría nada a cambio, él tendría un trabajo ya hecho listo para publicar y todos tan contentos. Si lo que aquí estoy contando fuera una historia de ficción, si fuera un cuento, diría que se lo dije y aceptó encantado. Pero la realidad es otra. Y como lo que escribo se basa en hechos reales sólo puedo decir que permanecí inmóvil, temblando y sin saber muy bien que decirle a este personaje que tenía enfrente (el tamaño de la mesa, el tiempo que te hace esperar, el letrero en la puerta que dice el puesto que ocupa… todo eso te influye enormemente). Reaccioné lo más rápido que pude y le pregunté si tenía alguna periodista trabajando en plantilla (sabía, porque venía del Daily Times y las había visto, que seguro que tenía más de una). Me dijo que sí y que si estaba interesado en hablar con una. Le hablé de mi proyecto y me concedió una entrevista con una tal Rebeca. Pero ya que tal chica estaba demasiado ocupada preparando la edición del viernes, quedamos a las 7:30 del día siguiente.

Cuando volví al albergue la habitación había sido invadida por nuevos inquilinos, como no, americanos y de los Peace Corps Volunteers. Al parecer habían tenido el tiempo suficiente para desplegar todo su arsenal: patatas, fritos variados, cervezas, marihuana, poker… en fin, marcando territorio. Es en momentos como estos, cuando te ves rodeados por angloparlantes, cuando de verdad te alegras de haber empleado un año de tu vida en aprender inglés. Es también cuando te lamentas de no ser bilingüe. Te comunicas y lo agradeces. Pero te falta un punto.

Siento que me llama Lilongwe, la capital. Creo que es hora de acudir a mi último destino.

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