Friday, July 9, 2010

DIA 16. El ascenso


Son las 10 de la mañana. En estos momentos me encuentro a unos 2000 metros sobre el nivel del mar, en el restaurante de uno de los hoteles más lujosos de Malawi, con un ventanal inmenso que me proporciona una vista impresionante de uno de los puntos más altos del país. Lo máximo a lo que alcanza mi presupuesto: una botella de agua, de plástico. Lo suficiente para tener el derecho a sentarme aquí y descansar un rato. Acabo de coronar la cima del Zomba Plateu. Por lo que se refiere a la subida, ha sido un infierno.

A las seis de la mañana sonó el despertador, es decir, el almuédano (o la cinta grabada por el almuédano) llamando a la oración desde la mezquita. El alboroto que se escuchaba en el motel a esa hora ya era de órdago. Idas y venidas, gritos, despertares, coches y camiones, tacones en el pasillo, duchas… se oía de todo. Así que me levanté dispuesto a ascender a uno de los picos más altos de Malawi, a pie. Es un paraje montañoso rodeado de cataratas, lagos y toda clase de especies vegetales. Había escuchado que era un bonito ascenso así que me propuse hacerlo y entrevistar a unas cuantas personas allí arriba.

Empecé motivado. Acabé derrotado.

A veces me pregunto qué es lo que encuentra el hombre de fascinante en los deportes como éste. Resulta que hay un camino que se puede hacer perfectamente en coche, en autobús o caballo, yo que sé, en cualquier otro medio que no suponga ningún esfuerzo. Pero no, el hombre decide (yo decido) hacerlo andando, sudar, sufrir, cansarse, y por fin coronar la cima. Supongo que en toda subida de montaña hay siempre algo de espiritual: es una ascenso personal en todos los sentidos; nos gusta sabernos fuertes y sanos (aunque la realidad es que no lo estemos), nos gusta llegar al punto más alto, ser los más altos, contemplar el mundo desde otra perspectiva, caminar solos por un sendero silencioso, sosegado y fresco, y pensar un poco en cosas que en nuestro caminar diario no podemos paramos a pensar… y por fin, arriba en el albergue, te espera tu recompensa, el descanso merecido, la medalla al campeón. En mi caso, una botella de agua, de plástico, en un hotel de lujo. Lo suficiente para relajarme por unos segundos antes de continuar la marcha. Simbólicamente, el ascenso de montaña es algo metafísico, mucho más trascendente de lo que yo pueda transmitir con tan parcas palabras.

Mi intención ahora es moverme por la cima y entrevistar a algún aldeano y a alguien del servicio del hotel, para ver qué tipo de gente viene por aquí. Aprovecharé para pasar una mañana respirando aire fresco y bañándome en alguna que otra catarata de las que tengo entendido que hay por aquí. Creo que hoy no voy a poder evitar tener que hacer alguna que otra foto de paisajes.

Mañana me mudo. Me voy a Blantyre, el centro económico de Malawi. Una pena, ahora que empezaba a cogerle el gusto a esta ciudad. Hasta me estaba cayendo en gracia este modesto pero confortable motelillo… Pero así ha sido desde que llegué. En cuanto me acomodo, me hago a la ciudad y a su gente, le cojo las medidas y me estabilizo, y sobre todo cuando ya tengo la habitación lo suficientemente desordenada como para sentir que es mía y sólo mía… justo ahí, ¡cambio de planes!, a empezar de nuevo en otro sitio que no conozco y con gente que no sé cómo va a reaccionar ante mi propuesta de trabajo.

Veamos pues que tal me va en Blantyre. Veamos qué historia tienen ellos que contarme.

No comments:

Post a Comment